El virrey había reunido en Asnapuquio, al Norte de Lima, un
ejército de 8000 hombres. Su vanguardia se hallaba a la vista del campamento de
San Martín. En Lima reinaba la mayor excitación, y de
un momento a otro se esperaba una gran batalla. Sin embargo, Pezuela no
acertaba a tomar una medida eficaz.
La turbación y el desconcierto
comenzaron a inclinar a muchos realistas a favor de un arreglo pacífico. Los
comerciantes y los personajes más distinguidos de la ciudad, elevaron al virrey
una representación en que le manifestaban cuánto convenía arribar a un
avenimiento que evitase los desastres de la guerra (Diciembre de 1820). Se dijo
entonces que esa solicitud era sugerida por el mismo Pezuela.
Las últimas desgracias de las armas
españolas, así como la indecisión que mostraba Pezuela, acabaron por determinar
a los jefes realistas a tomar una medida definitiva.
En el campamento de Asnapuquio
firmaron, el 29 de Enero de 1821, una solicitud en la cual pedían al virrey que
entregara el mando supremo al teniente general D. José de la Serna, jefe
superior en el mando del ejército, y designado por su graduación para tomar el
gobierno civil a falta del virrey.
Pezuela el mismo día entregó el mando
al jefe designado, aparentando que procedía por su propia voluntad.
La Serna, sin embargo, no pudo hacer
una guerra más eficaz. San Martín envió diversos destacamentos a molestar a los
españoles. Una división compuesta de una parte de la escuadra al mando del lord
Cochrane y de 600 soldados a las órdenes del general Míller, volvió a ocupar la
ciudad de Pisco, que había sido abandonada por los patriotas. Poco después
Míller tomó a Arica, mientras Arenales, cruzando la sierra, pasaba por Pasco,
Tarma, Jauja y Huancavélica, derrotando a los realistas.
En esas circunstancias, llegó al Perú
D. Manuel Abreu, comisionado por el gobierno español para celebrar un tratado
de Paz con los jefes insurgentes. San Martín se ganó la voluntad de esta agente
sin dejarle entrever, sin embargo, sus deseos ni sus propósitos.
La Serna, por su parte, aprovechó la
presencia de Abreu para renovar las negociaciones pacíficas con el general
patriota. Las negociaciones se abrieron en Punchauca, al Norte de Lima, el 3 de
Mayo de 1821.
San Martín y el virrey tuvieron allí
una entrevista. En ella, San Martín ofreció la Paz al virrey bajo las
condiciones siguientes: reconocimiento de la independencia del Perú; formación
de una regencia compuesta de tres miembros, nombrados uno por La Serna, otro
por San Martín y otro por la elección popular; y por último, el envío a España
de dos comisionados para pedir un príncipe que viniera a ocupar el trono del
Perú.
San Martín hizo esas proposiciones con
el propósito de cumplirlas lealmente. La Serna las aprobó también pero se
abstuvo de dar a San Martín una contestación definitiva, antes de consultar a
los jefes superiores de su ejército.
La opinión de éstos fue desfavorable a aquel arreglo. Conformándose a este parecer, el virrey ofreció solo una tregua de un año, durante la cual los dos jefes, San Martín y la Serna, debían pasar a España para informar al rey de lo que ocurría en el Perú, y celebrar un convenio definitivo. El jefe independiente rechazó en el momento tal proposición, y la guerra se renovó.
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